Deborah Feldman (33) recuerda con claridad las primeras reacciones que en 2012 generó el libro donde narraba toda su vida, el que tenía como médula una experiencia tan singular como desconocida: su fuga de la comunidad judía jasídica donde nació y creció en Nueva York.
“Cuando publiqué el libro, nadie creía que pudiera ser un éxito. La gente me decía que el tema era demasiado específico, demasiado extraño”, rememora la escritora desde Berlín, en conversación con Culto y en alusión a Unorthodox: el escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas. El mismo texto que después saltó a la pantalla, lo que hizo que su relato dejara definitivamente de ser un fenómeno mirado con distancia o circunscrito a unos pocos: la serie de Netflix del mismo nombre –traducida en Latinoamérica como Poco ortodoxa- adaptó de manera libre sus memorias y se ha transformado en la ficción más comentada del año.
Ahí, el rol protagónico recae en el personaje de Esty Shapiro (la actriz israelí Shira Haas), una joven de 19 años que pertenece a la comunidad Satmar, la misma que integró Feldman. Se trata de un grupo ultraortodoxo fundado en Hungría por sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial que creían que el Holocausto era un “castigo de Dios”. Para evitar otra ira divina, se mudaron a Brooklyn y establecieron un estilo de vida bajo una estricta interpretación de la ley judía, el que incluye matrimonios pactados, sexo sólo para procrear, familias con un promedio de ocho hijos, mujeres que deben raparse como señal de respeto a sus maridos, un cotidiano consagrado al estudio religioso y un rechazo a casi todos los hábitos de la modernidad.
Por lo mismo, Esty huye con destino a Berlín, donde abraza una vida laica y renovada.
¿Cuál cree que es la gran razón del impacto de la serie, especialmente en personas que quizás sabían poco y nada del judaísmo jasídico?
Tengo que asumir que algo de esto tiene que ver con la crisis actual. De lo contrario, ¡realmente no puedo explicarlo! Nunca lo esperé tampoco. Pasó lo mismo con mi libro: nadie esperaba que existieran tantos interesados. Y sin embargo, cuando se convirtió en éxito, los lectores dijeron que era porque la historia se sentía universal; que a pesar de que las circunstancias eran extrañas, podían identificarse con el personaje y el viaje que emprendía. Así que supongo que lo mismo debe estar sucediendo con la serie. Parece raro, pero lo que le pasa a Esty es de alguna manera un conflicto que todos pueden entender.
Su historia también puede ser representativa de lo que sucede con las mujeres en muchas culturas o religiones, como en el mundo musulmán. O incluso en países como Chile, donde muchas sufren violencia doméstica y, por diversas razones, se ven impedidas de abandonar esa vida. ¿Cree que Poco ortodoxa conectó con los grandes temas relativos a la mujer de los últimos años?
Sí. Creo que eso es Unorthodox: la serie se ha conectado con el estado de ánimo actual y definitivamente es parte de un vasto tapiz de voces que finalmente se escuchan a coro.
Eso sí, en gran parte de su vida Feldman fue una voz solitaria. Nacida en 1986 en el barrio neoyorquino de Williamsburg, donde reside la mayoría de la comunidad Satmar, desde su niñez tuvo que someterse a un código de vestimenta que en el caso de las mujeres establece faldas largas, calzado plano y blusas que deben cubrir todo el brazo. Nada de poleras: es una prenda que puede sugerir demasiado.
Su madre fue expulsada de la colectividad por ser lesbiana y su padre sufría de una progresiva enfermedad mental, por lo que fue criada por sus abuelos, Bubbi y Zeidy, ambos sobrevivientes del Holocausto. A los 17 años se enfrentó al momento que el destino tiene preparado para toda mujer jasídica: una boda arreglada por su familia con un hombre que apenas conocía. En su caso fue Eli, un erudito del Talmud –uno de los libros principales del judaísmo- con el que sólo había dialogado dos veces antes, por un total de 30 minutos.
Cuando estaba en la boda, lo que retrata con bastante detalle la serie, ¿se sentía una persona feliz?
Nunca pensé que fuera algo extraño, porque todas las personas que conocía lo hicieron de esa manera. Al igual que nunca pensé que fuera extraño afeitarme la cabeza, porque todas las mujeres casadas lo hacían. Y sí, estaba feliz, estaba feliz de finalmente comenzar mi propia vida, mi propia familia. Imaginé que tendría más libertad y sería más aceptada al mismo tiempo. Pero no me di cuenta de que el matrimonio podía encarcelarme aún más.
¿Cómo fue embarcarse en algo tan íntimo como las relaciones sexuales no sólo con alguien que usted no había elegido, sino que también en algo de lo que no tenía ninguna noción?
Espantoso. Devastador. Sientes que tu cuerpo está bruscamente fuera de tu jurisdicción.
¿Recuerda el momento exacto en que sintió que debía dejar la comunidad Satmar?
Sí, fue el momento en que sostuve a mi hijo en mis brazos por primera vez después de dar a luz.
Imagino que no quería que pasara por lo mismo que usted.
Exactamente, quería que tuviera una vida diferente. Pero tomó tres años planificar y prepararse para partir. Después de irme, fue la experiencia de ser madre la que me mantuvo orientada hacia el futuro, lo que me motivó a luchar para construir una vida para nosotros.
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En 2006, con 19 años, Feldman tuvo su primer hijo. Ahí le dijo a su esposo que abandonaran Williamsburg y que renunciaran a la única forma de vida que habían conocido.
Se mudaron a otra zona de Nueva York, donde ingresó a estudiar literatura en la universidad Sarah Lawrence Collage, como una forma de demostrar que su existencia ahora estaba en sus manos, aunque era una decisión incubada en su pasado: cuando en su adolescencia empezó a sentir un interés casi clandestino por distintas expresiones seculares, consiguió a través de su abuela una edición de bolsillo de Mujercitas, a la que arrancó sus tapas originales para camuflarla dentro de un texto hebreo. Algo parecido le sucedió con Harry Potter.
En parte, fue la literatura la que le permitió empezar a abrir su mente hacia un futuro distinto. “Donde vivía, casi nunca pasamos el límite invisible que separa a la comunidad del mundo exterior. Obtuve mis ideas principalmente de los libros, por eso también estaban prohibidos. En esas representaciones literarias de otros mundos o de otros estilos de vida existía una gran tentación”, comenta.
En 2010, abandonó a su marido, pero siguió viviendo en la Gran Manzana. Recién cuatro años más tarde se trasladó a Berlín, para poder indagar en la huella de sus abuelos, las personas fundamentales de su historia.
Hasta ahí, la vida real de Deborah Feldman y la vida ficticia de Esty Shapiro avanzan casi en paralelo; pero en la capital alemana, donde el personaje televisivo ingresa a un conservatorio y se mezcla con rapidez en la anfetamínica noche berlinesa, la serie de Netflix toma la mayor cantidad de licencias creativas y echa a andar una trama propia.
Su historia de escape, ¿es común en las comunidades jasídicas?
Bueno, creo que es obvio que mi caso es bastante único, en el sentido de que fui criada por mis abuelos y que mi madre huyó de la comunidad antes que yo. Todo eso no era nada de común cuando yo era joven. Pero hoy se ha vuelto mucho más habitual.
¿Alguna vez se arrepintió?
No, nunca me arrepentí. Además, cuando me fui de manera definitiva, recibí un correo de odio y rechazo de mi familia, lo que confirmó que había tomado la decisión correcta. Una familia que dice que te suicides es el tipo de familia que todos deberían abandonar.
En Poco ortodoxa, hay una representación de los Satmar como un grupo cerrado, que incluso desconocen formas de comunicación como internet. ¿Es realista esa visión o hay matices?
Es realista en el sentido de que es representativo de cómo crecí. Ciertamente dentro de la comunidad hay familias más estrictas y otras un poco más tolerantes. Y por supuesto, otras sectas jasídicas son diferentes a los Satmar. Y no se puede comparar a los judíos ortodoxos con los jasídicos, en absoluto.
¿Por qué cree que el estilo de vida de comunidades como los Satmar aún sobrevive?
Ellos sobrevivirán, porque, a pesar de que el porcentaje de fugitivos ha aumentado a 10%, según dicen ellos mismos, por cada persona que se va hay muchos que se quedan. Y tienen tantos hijos que, incluso si muchos se van, todavía tienen suficientes miembros. Y los que se mantienen se han vuelto cada vez más extremos. Tanto en su mundo como en nuestro mundo, cada vez existe menos un término medio. Nuestro Zeitgeist está marcado por la polarización.
¿Ha sabido de la reacción en torno a la serie en Israel? En esa nación, los ultraortodoxos han empezado a tener participación política, aunque son fuertemente criticados por no trabajar y por vivir de subsidios del gobierno.
Los ultraortodoxos son un grupo demográfico muy grande en Israel y se hacen cada vez más grandes. Debido a que se reproducen a un ritmo mucho más alto que los judíos seculares, pronto serán la mayoría y ejercerán todo el poder político. Entonces, tendremos el equivalente a la Sharia (la ley islámica) en Israel. La Halajá (las reglas religiosas judías) gobernará sobre todos si no tenemos cuidado. Es por eso que me siento tan inquieta cuando estoy en Israel, porque siento el poder de mi antigua comunidad en todas partes, mientras los israelís seculares meten la cabeza en la arena y fingen que nada está sucediendo.
Pese a sus reflexiones, en las últimas semanas la autora ha visto renacer su empatía por la comunidad religiosa que abandonó. Porque el judaísmo ultraortodoxo no sólo ha escalado en el ojo público gracias a Netflix; precisamente en Nueva York, los barrios más golpeados por el coronavirus son aquellos habitados por los grupos jasídicos, debido a que, para rezar o celebrar matrimonios, no han respetado las recomendaciones de distanciamiento social. O su vida apartados del resto de la ciudadanía ha provocado que muchos desconozcan el estallido de una pandemia mundial.
“Es triste, porque sé cómo piensan y sé que no entienden lo que sucede, como nosotros. Ven todo como un castigo de Dios, piensan que la única manera de salvarse es continuar rezando juntos y realizando sus rituales comunitarios. Eso me parece muy trágico”, asegura.
Eso sí, Feldman prefiere seguir hablando para el planeta globalizado del que quizás siempre se sintió parte. Por eso, recalcando que su trayecto de la opresión a la libertad tiene una estatura universal, se atreve con un último mensaje para las mujeres sometidas a una vida que no quieren: “Nunca dejes que nadie te haga callar, independientemente de sus métodos. Intentarán avergonzarte, asustarte, manipularte, pero no vale la pena traicionarse por permanecer en silencio. La dignidad humana sólo te la puedan quitar cuando te quitan la voz. Pueden tomar todo lo demás. Pero eso, no”.
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April 26, 2020 at 01:38PM
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